domingo, 23 de agosto de 2009

Socialismo en clave digital

sí: llegó el día en que los padres de familia twitearon –o se reencontraron con sus ex vía Facebook– y los profesores universitarios le sacaron humo a la compu bajándose ilegalmente discos y libros. Se abrió una compuerta tecnológica y la marea crece. En el ciberespacio los productos culturales navegan febrilmente, al tiempo que “lo digital” se integra a la vida de millones. Sin embargo, cuando la sociedad intenta interpretar lo que ella misma está generando, se enfrenta con grandes vacíos. ¿Qué significa que la abuela hable por Skype e intercambie fotos por e-mail con una tía solterona? ¿Qué implica que los niños crean que un disco es simplemente una carpeta de archivos que pueden reenviar a sus amigos? Michel Bauwens se ha dedicado durante años a pensar estos asuntos, con la valentía de reconocer en Marx y en otros teóricos de izquierda una referencia para evaluar las posibilidades de un socialismo a la medida del presente.

–Usted afirma que la cultura peer to peer (en adelante P2P) derivará en una “fuerza política”. No obstante, los activistas europeos parecen muy concentrados en asuntos como el intercambio de archivos por la red, reclamo que en Latinoamérica –donde según la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) la pobreza alcanza a casi el 40 por ciento de la población– no está entre las prioridades de las mayorías. Cuando aquí se habla de un “socialismo del siglo XXI” se piensa en cuestiones más “palpables”. ¿Cree que hay una síntesis posible entre esas dos corrientes?

–Voy a hacer unas distinciones para ilustrar el papel que los movimientos P2P tienen en el contexto más amplio del cambio social. En primer lugar, creo que cualquier iniciativa política exitosa que ofrezca respuesta a la crisis estructural que afrontamos debería combinar al menos tres elementos: por un lado, debería detener y revertir el crecimiento infinito de la economía que está destruyendo la biosfera; mudándose, por ejemplo, de esta falsa abundancia a la sustentabilidad ecológica. En segundo término, hay que combatir el cercamiento de los bienes comunes físicos, pero también los que afectan a bienes culturales, científicos y digitales. Nos están haciendo padecer una escasez artificial mediante leyes restrictivas y eso, en el contexto de la crisis que se avecina, es sumamente preocupante. Si queremos encontrar respuestas a lo que se viene, precisaremos un conjunto de saberes globales compartidos que permitan un intercambio rápido y gratuito de soluciones, y que estén por encima de los intereses comerciales de un sector. Aquí es donde pueden aportar más los movimientos P2P inspirados en lo digital. Los Partidos Piratas –que ya existen en más de diez países– están jugando un rol clave en la enumeración de estos objetivos específicos, como así también los partidos verdes europeos.

–De cualquier manera, los movimientos P2P inspirados en “lo digital” muchas veces no abordan el nudo de la cuestión, que es la desigualdad entre las clases sociales.

–En efecto, no habrá éxito real sin aliarse con tendencias que representen a movimientos populares en busca de justicia distributiva. Quiero decir que la cultura P2P es un componente necesario aunque insuficiente del cambio social. Inversamente, en la medida en que el “socialismo del siglo XXI” al que usted se refiere olvide el primer y el segundo factor que he mencionado –la sustentabilidad y la necesidad de suprimir la escasez artificial de bienes– sólo podrá ofrecer opciones condenadas al fracaso.

Download y conciencia
Tras la explosión de la banda ancha en la Argentina –que según la consultora IDC creció un 35,4 por ciento durante 2008 y pasará la barrera de los cinco millones de usuarios en cuestión de meses–, el uso de la web para conseguir fácilmente canciones, libros y films se volvió rutina. Lo que fue novedad y tema de conversación ya es costumbre: un informe reciente de la oficina de estadística europea Eurostat confirmó que una de cada tres personas menores de 24 años no pagaría por la música ni las películas que encuentra con sólo clickear el mouse. Teniendo en cuenta que los datos se obtuvieron en una de las regiones ricas del planeta, es de suponer que esa actitud se acentúe en aquellos lugares en los que comprar un CD o ir al cine se considera un lujo. Pero ¿puede esto tener consecuencias políticas que vayan más allá de las descargas?

Bauwens enmarca la incógnita en la historia de las ideas progresistas. “Tradicionalmente –observa– el socialismo se focalizó en el Estado. El problema es que mientras éste ha probado ser necesario para balancear los desequilibrios de mercado, no ha demostrado ser exitoso como ámbito autónomo de producción. Cualquier socialismo que se remonte al estatismo fallido del siglo XX será un desastre a mediano o largo plazo. La teoría P2P que se está gestando ofrece, en contraste, un nuevo y expandido rol para el Estado, no sólo como árbitro frente al mercado o como ‘garante de bienestar’, sino como un factor que le da herramientas a la sociedad civil para que ésta se vuelva autónomamente productiva. Nuestro reclamo más fuerte es que dejen actuar a esa potencialidad”.

Para el investigador, la expansión fenomenal de bienes culturales a través de las descargas legales e ilegales son la avanzada de un proceso que dejará marcas. “Hemos encontrado mecanismos de producción e intercambio que van más allá de lo que permitían tanto el sistema estatista como el mercado. A pesar de eso, esta modalidad ‘entre iguales’ precisa de una infraestructura y un apoyo que deben provenir de autoridades democráticas y conscientes”, sintetiza.

–¿Y qué ventajas traería para los pobres una mayor conciencia de la lógica P2P?

–Si observamos los cambios sociales del pasado, podemos concluir que las innovaciones brotan tempranamente en los países centrales del sistema, porque ellos tienen las estructuras sociales capitalistas más avanzadas. Pero es la periferia la que puede sacar el máximo provecho de esas novedades. Frente a la encrucijada de aplicar o no lo que está emergiendo, los bordes de la economía global tienen muchísimo más que ganar que los países centrales. En cambio allí donde hay riqueza, el miedo a perder lo que se tiene se deja sentir.

–“¡No tenéis nada que perder, salvo vuestras cadenas!”, como decía el Manifiesto...

–Es que las naciones de Latinoamérica y Asia del Este son las que tienen hoy un mayor potencial para explorar en estas direcciones. Además de ser –hasta donde yo sé– la única parte del planeta en la que se está hablando de “socialismo del siglo XXI”, Latinoamérica está particularmente dotada para esos cambios por su afinidad cultural con los valores del P2P. En Asia del Este el peso de culturas fuertemente jerarquizadas hace más compleja esa adaptación.

–¿Puede dar un ejemplo concreto de los cambios que podrían producirse?

–Bueno, podríamos referirnos a la agricultura orgánica inteligente, que no destroza el suelo y por lo tanto termina siendo más productiva que la agricultura industrial. Su práctica requiere comunicaciones rápidas y horizontales entre los campesinos, para que las innovaciones puedan transmitirse y la invención de nuevos tipos de maquinaria que el mercado no está dispuesto a producir se haga efectiva en un lapso prudencial. Esa organización de los intercambios se puede comprender perfectamente desde una teoría del P2P.

Revolución en busca de clase
Del cultivo de verduras a la informática: a principios de los sesenta, algunos programadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) empezaron a autodenominarse “hackers”. Dos décadas más tarde los medios de comunicación aplicaban ese término a los criminales tech. Para diferenciarse, los hackers “buenos” reaccionaron llamando “crackers” a los “malos”. Las palabras no se quedaron quietas. El Manifiesto Hacker –que el académico McKenzie Wark publicó en 2004– avizoraba bajo ese rótulo el surgimiento de una fracción capaz de controlar y en última instancia conquistar los medios de producción mediante el uso de su inteligencia. En tanto, el filósofo finlandés Pekka Himanen sugería en el ya clásico La ética del hacker y el espíritu de la era de la información que la actividad “hackeadora” trascendía el reino de las computadoras: era una actitud y una forma de entender el entorno, por lo que una persona podía “ser hacker sin tener nada que ver con las computadoras”.

De allí a una perspectiva que contemple la alteración del statu quo hay sólo un paso. Y ese paso suele no darse. Paradójicamente, lo más común es descubrir que quienes están mejor capacitados para dominar las máquinas más potentes de este estadio tecnológico no interpretan el sentido profundo de lo que hacen, ni tienen como colectivo –¿como clase?– conciencia de su poder. Bauwens tiene un plan para tapar ese agujero. “La difusión de ideologías socialistas de viejo cuño sólo funciona –si lo hace– en aquellos que ocupan una determinada posición en la vieja sociedad industrial. Los hackers, dada su posición estructural como trabajadores precarios e híbridos, saben qué significa su actividad de hackeo, pero no necesariamente comparten el abanico de ideas de izquierda que sería deseable. ¿Qué hacer? Opino que la teoría P2P ofrece un puente conceptual. Propone una extensión de la experiencia concreta de intercambio entre pares que ya ha tenido esa generación.” Para Bauwens, la invitación sonaría más o menos así: “¿Por qué no probás lo que sucede si expandís eso que hacés con la tecnología –compartir, intercambiar– a otras esferas de tu vida?”.

–Ese sería un camino para “convencerlos”...

–La izquierda no debería tratar de “convencer”. Debería enfatizar zonas comunes y prioridades compartidas. De todas maneras, estoy persuadido de que las actividades transgresoras llevan naturalmente a una maduración. Lo sepa o no, el mundo hacker está haciendo mucho por el cambio social. Ellos están siendo atacados por los viejos monopolios en igual medida en que otros sectores, lo que los llevará a planear acciones políticas defensivas que luego serán constructivas y se volverán, por último, ofensivas. El éxito del Partido Pirata de Suecia –que se transformó en la mayor fuerza política entre la juventud de ese país– se cuenta entre los primeros signos de ese avance.

martes, 11 de agosto de 2009

Desde Pusán a Buenos Aires

Salvo el nombre de Kim Ki-duk, que reaparece con regularidad en la cartelera porteña, como si desde Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera se hubiera convertido en el único director de su país, el cine coreano no llega con la asiduidad que debería a las salas locales, considerando que se trata de una cinematografía que ha logrado resolver, como pocas, esa difícil encrucijada entre cine popular y cine de autor. Para reparar esa flagrante omisión del mercado, el Complejo Teatral de Buenos Aires, el Centro Cultural Coreano en América latina y la Fundación Cinemateca Argentina han organizado un ciclo denominado “Encuentro con el cine coreano”, que se llevará a cabo desde hoy y hasta el martes 18 de agosto en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530).

El ciclo estará integrado por diez largometrajes, en su mayoría inéditos en la Argentina, en copias 35mm enviadas especialmente a nuestro país por el Korean Film Council, en lo que resulta una excelente oportunidad para acercarse a una de las cinematografías más pujantes de la actualidad, que suele tener su plataforma de lanzamiento en el Festival de Pusán. El programa incluye dos films clásicos de los años ’60 y ’80 –entre ellos el melodrama feminista de Kim Soo-yong El pueblo a la orilla del mar– y ocho títulos de la más reciente producción de Corea del Sur, representativos de las diversas tendencias del cine de ficción y documental de ese país.

La muestra se abre hoy, a las 14.30 y 19.30, con El show debe continuar (2007), de Han Jae-rim, con Song Kang-ho. Ingu es un jefe mafioso en un mundo oscuro. Sin embargo, es el padre y el marido más dulce que pueda existir, lleno de amor por su familia. Pero hay un problema: su hija, que está en plena pubertad, se avergüenza del trabajo de su padre. Las cuestiones familiares terminarán interponiéndose en el camino de los negocios y la aparición de un ambicioso subordinado con ansias de poder pondrá en jaque toda la estructura mafiosa. El show debe continuar desactiva el factor Kitano y registra de forma ligera la cotidianidad más básica del protagonista, interpretado por el gigante Song Kang-ho, el “rubio” de The Host.

También hoy, pero a las 17, se podrá ver El pueblo a la orilla del mar (1965), el clásico de Kim Soo-yong, un director que en 40 años de carrera llegó a filmar 109 largometrajes. “Aunque la tragedia atraviesa todo el relato, no se trata de un film trágico –escribió el crítico Adam Hartzell–. Sorprendentemente para el momento en el cual fue realizado, hay en El pueblo a la orilla del mar un toque de feminismo. Por una vez no es la mujer la que es castigada, sino los hombres que utilizan las prerrogativas patriarcales de la violencia.”

Mañana miércoles también está previsto un doble programa. A las 14.30 y 19.30, va Milky Way Liberation Front (2007), de Yoon Seong-ho, una comedia de cine dentro del cine. “Los espectadores familiarizados con el cine coreano disfrutarán de muchas referencias internas a la industria del cine y su funcionamiento (un importante segmento del film transcurre durante el Festival de Cine de Pusán) –señaló el especialista Darcy Paquet–. Pero incluso aquellos que nunca hayan visitado Corea se verán fascinados por el prodigioso ingenio y creatividad de esta ópera prima.” Y a las 17 y 22 se verá El hombre con tres ataúdes (1987), de Lee Jang-ho. “un film demasiado bueno para ser olvidado, que seguirá hablándoles a los espectadores por décadas en el futuro”, según Paquet.

El jueves llega Como una virgen (2006), de Lee Hae-young y Lee Hae-jun, sobre el universo adolescente (a las 14.30 y 19.30) y Navidad en agosto, de Hur Jin-ho, revelación de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 1998 (a las 17 y 22). El viernes 14 se proyectará Bunt (2007), celebrada opera prima de Park Gyu-tae y el sábado 15 Secret Sunshine (2007), obra maestra de Lee Chang-dong, que se vio recompensada en el Festival de Cannes con el premio a la mejor interpretación femenina para Jeon Do-yeon. La banda de sonido del film fue compuesta por el argentino Christian Basso. El ciclo se completa el domingo 16 con Epitafio (2007), de Jung Beom-sik y Jung Sik, y el martes 18 con Taxi Blues (2005), documental de Choiha Dong-ha, sobre los 70.000 taxis de Seúl. Más información en www.teatrosanmartin.com.ar/cine

Picasso, el pintor comunista

El 4 de octubre de 1944, menos de seis semanas después de la liberación de París –donde se había exiliado– Pablo Picasso sorprendió al mundo con su anuncio de que se unía al Partido Comunista francés. Su alistamiento en la causa era un golpe increíble para Moscú, una movida que dividió a los expertos en arte y política para siempre. Algunos cínicos dudaron de sus convicciones y alegaron que era sólo un mero exponente de las visiones de moda expuestas en los círculos intelectuales de izquierda en los que él se movía. Otros supusieron que su arte nunca recobraría su vieja gloria, mientras el hombre se encontraba enredado en la cada vez más amarga batalla de propaganda de la Guerra Fría.

Ahora, el público tendrá la oportunidad de hacerse su propia opinión sobre el prolongado Período Rojo de Picasso como miembro del Partido Comunista, una relación que sobrevivió al levantamiento húngaro y la Primavera de Praga, y que el artista mantuvo con fidelidad hasta su muerte en 1973. Una gran exhibición que incluye más de 150 trabajos del pintor español abrirá el año próximo en la Tate de Liverpool, en un intento de arrojar nueva luz en un capítulo controvertido de una carrera extraordinariamente productiva. Entre las estrellas de la muestra estará su monumental The Charnel House, que no ha sido vista en Inglaterra en más de medio siglo, inspirada en las imágenes de campos de concentración liberados. La exhibición, montada en colaboración con el museo Albertina de Viena, presentará La violación de las sabinas, recreación del célebre Rapto de las Sabinas creada en el pico de la crisis de los misiles cubanos en 1962. En la muestra también habrá ejemplos y bocetos de la paloma de la paz que se convertiría en el instantáneamente reconocible símbolo del movimiento mundial por la paz.

Picasso: Peace and Freedom (Picasso: Paz y Libertad), que sucede a la exitosa exhibición de 2008 sobre Gustav Klimt, es el resultado de años de planeamiento y una exhaustiva investigación que llevó a los expertos al Picasso Institute en París, donde se conserva buena parte de la correspondencia del artista. Christoph Grunenberg, director de la Tate Liverpool, tiene la esperanza de que a partir de esta muestra el público pueda tener una apreciación más sutil del artista en los años posteriores a 1945. “Es mirar a Picasso durante la Guerra Fría, alejarse de su mito como genio creativo y playboy con un compulsivo talento expresivo, para tener una visión con más matices”, señala el director. “La gente ha tratado de desmerecer su compromiso político, pero él fue miembro activo y completo del partido, y estaba claramente involucrado en el movimiento pacifista”, agrega.

Una de las cosas que resultaba curiosa de la asociación entre Picasso y los comunistas era que el partido adoptaba oficialmente la escuela de realismo social, en oposición oficial al movimiento moderno del cual el “decadente” Picasso era quizá el mayor exponente. Pero su largo exilio de la España natal por su oposición al régimen del general Franco, combinado con las brutales experiencias de la vida durante la ocupación nazi de París, llevaron a que viera al comunismo como un ideal de paz y la llave para un mundo libre de fascismo. En el momento, su decisión desató toda una serie de consecuencias. Hubo protestas de grupos de derecha en sus exhibiciones y se le prohibió la entrada a Estados Unidos. Pero el artista comenzó a viajar por todo el mundo, presentándose en conferencias públicas por primera vez y realizando donaciones a causas varias, incluyendo el regalo de un millón de francos a los mineros de carbón franceses en huelga. Se unió a protestas contra la Guerra de Corea y la ejecución de Nikos Beloyannis, comunista griego y líder de la resistencia.

Picasso recibió el Premio Stalin de la Paz y el Premio Mundial de la Paz, que compartió con el cantante estadounidense Paul Robeson y el poeta chileno Pablo Neruda, aunque luego declinó recibir la Legión de Honor francesa. En 1953, tras la muerte de Stalin, el estilizado retrato que Picasso hizo del joven dictador abrió una grieta con los comunistas franceses, que objetaron su falta de realismo. Los acontecimientos en Hungría enfriaron aún más la relación, pero Picasso, a pesar de sus crecientes reservas, no abandonó el partido y prefirió expresarse a través de la prodigiosa producción que caracterizó las últimas décadas de su vida. Por supuesto, no todos compraron la idea del artista como figura central de la izquierda. Salvador Dalí hizo un comentario famoso: “Picasso es pintor, yo también; Picasso es español, yo también; Picasso es comunista, yo tampoco”. Grunenberg cree que es una visión injusta, y que la caída del Muro de Berlín provocó un cambio sísmico en la apreciación de sus últimos trabajos. “Eso ya no tiene vigencia. Hay muchas piezas fantásticas que serán parte de la exhibición: Picasso siguió reinventándose a sí mismo y comenzando nuevos temas. Son trabajos maravillosos”, dice.

lunes, 10 de agosto de 2009

La Virgen de la montaña

EL CUENTO INEDITO DE CONTI

–¡Tío Paco, tío Paco, venga usted!

–¡Tío Paco, tío Paco! Que lo estábamos esperando.

–¡Venga usted, venga usted! ¡Tóquenos algo...!

–¡Sí, sí; que toque, que toque!

Estas y otras voces salían de un grupo de chiquillos y de parroquianos que, arrimados a la pared de Santa María, despilfarraban alegremente, entre risas y charlas, aquella tarde de primavera.

Habían visto salir de la iglesia al bueno del tío Paco, señal de que el tío Paco estaba allí, y estando allí el tío Paco debía llegarse necesariamente al corrillo para alegrarlos un rato con su flauta encantada.

Pero el tío Paco parecía no oír las voces chillonas de los chiquillos, ni la aguardentosa de los hombres que lo requerían a toda costa.

–Dejadme, por Dios, dejadme ir. Mis piernas no son ágiles como las vuestras y antes de que llegue a casa ya se me habrá echado la noche encima.

–¡Ca, hombre! Aún le queda mucho por andar al señor sol antes de que se caiga allá tras los peñascos de la Virgen.

–Eso lo decís vosotros que no tenéis nada que hacer; pero yo...

–¡Pero usted se queda aquí! Vamos; tóquenos algo; no sea tacaño.

–¡Que no lo soy! Pero dejadme ir de una vez y no me tentéis más que... ¡Vamos! Mañana, después de la misa mayor, os tocaré hasta el empacho; pero ahora dejadme ir, dejadme ir.

Y no hubo razones para convencer al buen viejo que, embozado en su larga capa de algodón, se deslizó como una sombra, perdiéndose en el camino que sube a las montañas.

–¡Es un tacaño! –murmuró un diablillo de ojos garzos que se entretenía en sacarle punta a una ramita de naranjo.

–No es eso –comentó un viejo de barba hirsuta y cara de pergamino, que había estado hasta entonces sin despegar los labios–, ni tampoco es que le falte tiempo. Vosotros no conocéis los secretos del tío Paco, pero yo sí.

“Allá cuando era algo más mozo, también a mí me traía a mal andar la actitud del tío Paco.

“Pero un buen día no aguanté más y picado de la curiosidad seguí al viejo, que allá se esfumaba en el camino.

“Por él lo vi arrastrarse largo tiempo, luego doblar un caminito de cabras, que serpenteando entre las peñas se iba a perder sobre la calva gris del peñón de la Virgen.

“Trepé tras él, y no había llegado aún a la cumbre cuando, mezclados con la brisa de la tarde, los mágicos acentos de una flauta me clavaron donde estaba.

“Contuve la respiración. ¡Virgen Santa, me dije, si serán los ángeles que han bajado a saludarte!, y me santigüé.

“La música aquella brotaba suavísima como un arrullo de paloma, y al repercutir entre los gigantes de piedra, se trocaba en mil y mil notas que invadían el valle, la cima, todo.

“Luego calló. Fue entonces cuando, arrastrándome como una culebra, llegué a la cumbre y miré el valle que allí arriba une los picachos de la Virgen y de las Animas.

“De rodillas ante la ermita estaba un hombre; era él, el tío Paco.

“Desde entonces muchas veces lo seguí para oír de nuevo aquella música... y conmigo otros curiosos. Ese es todo el secreto.

“No va ahora a su casa. Seguidle y veréis que toma el camino de las cabras y sube hasta la ermita; va a ofrecerle a la Virgen María los arrullos de su flauta –dijo y calló el viejo, volviendo la animación al corrillo que lo había escuchado en suspenso.

Luego cada cual fuese por su lado; más de un chiquillo y más de un mozo prometiéndose en su interior repetir al día siguiente la hazaña del curioso parroquiano que había llegado a descubrir el secreto.

Tocaban a la oración; a lo lejos se hundía el sol tras el cerro de la Virgen.

II
Pero al día siguiente, y era domingo, el tío Paco no apareció.

Mucho se extrañó la gente; más el buen cura, acostumbrado a verle arrodillado al pie del altar de Nuestra Señora; pero sobre todo los muchachos del corrillo que la tarde anterior se formara junto a los húmedos muros de la vieja parroquia.

–¡Nos ha engañado! –exclamó el diablillo de los ojos garzos.

–Y dijo que hoy vendría –añadió otro.

–Sí, sí, que hoy vendría –afirmaron todos.

Pero el tío Paco no apareció; ni al siguiente día, ni al otro, ni al otro y se cansaron de esperar.

–¡Habrá enfermado! –les dijo el cura–. Mañana subiré a la montaña y me acercaré a su cortijo...

Y así era en efecto.

Tendido sobre un catre viejo, muy viejo, que chillaba a cada movimiento del que sobre él se acostaba; los ojos hundidos, la voz apagada, el rostro chupado como el descarnado tronco de una encina reseca, el tío Paco pasaba las desgastadas cuentas de un enorme rosario.

La flor de su sonrisa animaba aún el rostro surcado de arrugas, pálido como la muerte.

Juan, un rubiecito de ojazos verdes, que había sido salvado de la muerte y de la miseria, cuidaba de él.

–Mirá, Juancito, mañana bajarás al pueblo y le dirás al señor cura que se venga por aquí. Al pasar por el cerro de la Virgen subirás a la ermita y le pondrás una vela a Santa María y rezarás por el pobre tío Paco –le había dicho a su fiel compañero.

Pero antes de llegar el nuevo día, aquella misma noche, tuvo que salir envuelto en un viejo capote militar que en un baúl guardaba su amigo, en busca del celoso sacerdote y del cirujano del lugar. El tío Paco había empeorado; la fiebre lo consumía y hasta deliraba.

Cuando el muchacho salió arreciaba la tormenta que aquella tarde se anunciara con un calor insoportable.

El tío Paco quedó solo, pasando las cuentas de su rosario y sonriendo...

Afuera, el temporal estalla rabioso lavando la frente de piedra de los cerros vecinos.

El rayo zigzagueaba desprendido de las alturas, yendo a partir las rocas de las cumbres o a hundirse en los fragosos despeñaderos de la sierra, abriendo grietas profundas, después de haber atravesado la atmósfera saturada de electricidad.

Al pasar junto al cerro de la Virgen, un relámpago iluminó la cumbre y Juan se acordó del encargo.

Sin dejar de correr, oró a la gran Señora que allá en la ermita tenía su trono entre esos gigantes de piedras cuya maciza mole divisaba el siniestro centellar de la tormenta.

III
Una hora después, tres sombras atravesaban las desiertas calles de la aldea; el fragor de la tempestad acalló los pasos al repiquetear sobre la desnuda acera...

Tiempo después, una lucecita emergía de la oscuridad que rodeaba la solitaria casa del músico.

Era Juan, que en sus manos ateridas sostenía un farol, el cual besaba con sus pálidos resplandores aquel sinuoso camino cercado de peñas.

A corta distancia, embozado en su descolorido manteo, caminaba el cura con paso firme, sin pronunciar palabra; estaba avezado a la montaña.

Algo rezagado, murmurando entre dientes, venía el cirujano.

Ya cerca, saliendo de aquel respetuoso mutismo característico de un rudo montañés, “¡Hemos llegado!”, indicó el muchacho volviéndose al cura, al propio tiempo que señalaba con el dedo la tenue luz amarillenta que traspasaba el reducido marco de una ventana.

Enseguida estuvieron ante la puerta. No hubo necesidad de golpear, ni siquiera empujarla, estaba abierta...

Presintiendo algo, algo imposible de expresar, Juan dejó que se adelantara el cura. La corpulenta figura del sacerdote se recortó sobre el rústico cuadro de la puerta; sus ojos recorrieron la humilde habitación; el tío Paco no estaba allí.

–¿Qué significa esto? –exclamó volviéndose al atónito muchacho, y sin esperar respuesta entró en el cortijo.

La cama estaba vacía, las mantas caídas y del clavo que hacía las veces de percha no pendía la raída capa del flautista.

–¡Si estará loco este hombre! –murmuró el cura, sospechando quizá lo que aquello podía suponer.

–¿Dónde está el enfermo? –preguntó el cirujano, que en ese momento entraba bufando como un buey.

Iba a hablar el cura cuando la voz angustiosa del muchacho no le dejó explicarse.

–¡Mirad, mirad allá! –gritaba alzando el farol y señalando en dirección a las cumbres–. Sobre el cerro de la Virgen, ¿lo veis?

A aquellas voces los dos personajes se echaron fuera de la habitación.

–¡Si estará loco! –volvió a repetir el sacerdote, distinguiendo al incierto fulgor de un relámpago la fantástica figura de un hombre que trepaba, desafiando a la tormenta, la cuesta abrupta del cerro.

El cirujano sólo atinó a santiguarse mientras murmuraba por lo bajo:

–¡Animas benditas...!

–¡Déjese de sandeces! –le gritó el cura impaciente–. Tratemos de salvarlo –y envolviéndolo en el manteo echó a correr precedido por Juan.

Refunfuñando lo siguió el cirujano, que en vano trató de ponérsele a la par.

Largo tiempo avanzaron en silencio, ora corriendo por el vericueto, ora saltando sobre las peñas resbaladizas, ora deslizándose por entre las rocas, pero todo fue inútil; les llevaba mucha ventaja.

Antes de desaparecer allá tras de la cumbre, lo vieron por última vez. Su delgada silueta se recortaba fantástica sobre las escarpadas rocas.

Flotando al viento la raída capa, cortada a filo de machete, sin dobladillo, parecía un espectro vagando en la oscuridad de la noche.

Alcanzaron a distinguir su rostro demacrado, sus ojos desencajados, sus cabellos en desorden, pero no vieron la flor siempre fresca de una sonrisa sobre los labios demacrados.

Luego el fantasma, arrastrándose sobre el caminito de cabras encorvado, flexible, se hundió detrás de las últimas rocas.

–Tío Paco, tío Paco –gritóle el cura–, téngase usted.

Pero el ronco retumbar del trueno ahogó la voz del sacerdote.

Con la esperanza aún de encontrarlo junto a la ermita siguieron trepando.

Jirones de la sotana quedaron en los espinillos; gotas de sangre de los pies descalzos de Juan y gruesas gotas de sudor del cirujano fueron a mezclarse con el agua llovida sobre las piedras. El cura iba adelante trepando con una agilidad asombrosa, seguíale Juan con su farol, y algo rezagado corría el cirujano bufador.

De pronto, a pocos metros de la cima, las tres sombras dejaron de avanzar; permanecieron como clavadas en la roca.

Rompiendo el confuso rumor de la tormenta que se alejaba, dejáronse oír suaves, claras, vibrantes las notas de una flauta. Del valle que une el cerro de la Virgen y el de las Animas brotaba una cascada de armonías.

Primero tenue como el rozar de las alas de blancos querubes; luego más fuerte, más sostenida, más seductora.

Mezcladas con la brisa que barría la desnuda roca, emergiendo del misterio de la noche confundida con el suave vaho que despedía la tierra recién humedecida, aquellas notas eran suavísimos lamentos prolongados, pedazos de corazón en forma de música, últimos aleteos de una torcaza herida, delicados perfumes de una plegaria, acompañados por los mil murmullos de la noche, del torrente cercano, de las gotas al deslizarse entre las rocas, del viento al gemir entre las grietas.

Era todo el valle que lloraba modulando los más suaves acentos que iban a sumarse al hechizo de aquella flauta encantada...

Corrió el tiempo; al fin la música se fue perdiendo poco a poco, como un suspiro hasta morir.

–¡Torpe que soy! –exclamó el cura despertando de aquel ensueño aún en pie y calado hasta los huesos. Y los tres volvieron a correr en dirección de la ermita.

Cuando alcanzaron la cumbre, al resplandor de un último relámpago, distinguieron algo así como una gran mancha caída al pie de la imagen.

Llegaron al fin; el tío Paco estaba allí, medio oculto bajo los pliegues de su capa, frío, inmóvil, siempre sonriendo, pero sin vida.

El cura volteóse el sombrero y de rodillas rezó por el muerto:

–¡Réquiem aeternam dona ei Domine!

Horas después, al monótono golpe del azadón se abrió una fosa y el tío Paco descansó a los pies de su Virgen. Luego los piadosos aldeanos colocaron la flauta aquella en manos de la imagen que velaba el sueño del anciano...

Y cuenta la leyenda que al morir el sol tras el cerro de la Virgen, si algún peregrino o curioso acierta a pasar por entre aquellas escarpadas sierras, distingue confusamente, traídos por la brisa de la tarde, los delicados acentos de una flauta.

Muchos dicen que es el viento al susurrar en la que tiene en las manos la Virgen de la montaña.

miércoles, 24 de septiembre de 2008